lunes, 8 de octubre de 2007

Historia de una lectura#3: La Querencia

Nació en el 1944, murió en el 2004. Publicó tan sólo 3 libros, pero logró lo inaudito- en ninguno de sus poemarios existe una página que sobre, una línea sin fuerza y sin propósito. Angelamaría Dávila es, hoy por hoy, una de las mejores poetas que he leído. Lo digo sin chauvinismos y sin ganas de honrar. Lo digo por que es cierto. La poesía de esa mujer es pura magia, comparable a un lienzo de Pollock, a un tango de Piazzola, a una catástrofe. No tiene que gustar lo que dice. No hay tan siquiera que argumentar acerca del manejo de la forma en Angelamaría para entender que cada verso suyo es una manifestación de la fuerza de la naturaleza. Su poesía es una fuerza natural. Y punto.

El registro de Angelamaría siempe fue el bolero. Es decir, que la poesía que ella componía trabajaba el reverso, no, más bien, el filo del registro bolerístico. Ese registro del amor y del abandono aparece sosteniendo sus composiciones desde adentro; es decir, desde el entendimiento ritual y colectivo de lo que significa escuchar un bolero. Angela mezclaba el ardor rítmico y contextual del registro bolerístico con la palabra sorpresiva que viene de lo más cotidiano del habla . A eso le daba una doble vuelta de tuerca con referencias a lo politico/histórico; en realidad con referencias a la memoria olvidada y la de los olvidados. Pero todo lo hacía desde el tono, todo en el tono.

Si en "Homenaje al ombligo" (su primer libro) lo político e histórico se nombraba; en Animal fiero y tierno (segundo libro) y en "La querencia" (libro tercero y póstumo), la denuncia social se hace toda forma, toda gesto. Angelamaría busca, rebusca y se instala en el gesto. El medio no es el mensaje, el mensaje es el gesto- dice el pintor post-pop Koon. Pues eso. Angelamaría da cátedra desde el gesto de escribir décimas (métrica independentista, controversial y cerrera por autonomasia), el gesto de la palabra "cafre" ("vulgar", "pueblerina" como palabra hermana para crear belleza desde la calle y la pobreza); el gesto de la "dulce metedura" para nombrar al amor real, para revertir las convenciones de lo romántico y politizar al amor mujer (versus el amor de la damisela)y volverlo verdadera escuela del más básico compromiso social. El amor entonces es en Angelamaría la última y más fiera trinchera; porque, ¿qué queda si no puedes amar al compañero?¿si no existe compromiso verdadero con el cuerpo Otro del deseo?

Me amparo en "La querencia":

"un hombre hermoso, útil, ágil y verídico, dearbolado y solo, tropieza' pisa la punta de una estrella derrotada, se hinca. salta casi en el cielo, choca con la cabeza en otra punta:sangra.

pasa amando intensa o llanamente como puede. goza, sospecha, ríe, se encojona, vacila y trama lo previsto desconociendo abrazo tras abrazo a la mujer que necesita y puede ser que busque. tropieza con su carga de siglos cada vez- que podría ser siempre- persigue, se desboca, domina, sella lágrimas si pasa algo y alguna noche; moviéndose con su hembra tropieza con alguna excepción ¿a cuál regla? sigue, se viene, ignora, se estremece. salta y sacude la sorpresa, busca en el aire con la mirada mientras se viste rápido; puede que estalle en cólera para escudar la pena o el inútil y áspero sentimiento de culpa; y ganar tiempo por si acaso... o se mata si es muy grave, o agarrando una brida; decide la conquista del mundo si fuera necesario..."

Esa era la estrategia arrancapecho de Angelamaría Dávila. Su escritura hace brotar lágrimas y desencaja quijadas aún hoy, cuando nadie la lee, porque la desconocen, porque está muerta; porque ¿qué importancia tiene la escasa obra de una negra boricua que escribió versos de amor y boleros comprometidos que nadie puede recitar porque son demasiado cafres, demasiado Kitsch, demasiado bellos?

Hoy leo y releo "La querencia". Otro día cuento la historia que me sé de ese libro; libro que ví nacer allá para el 1988, auqnue se publique ahora. Otro día contaré como lo ví surgiendo de entre papeles pegados a la nevera vacía, servilletas en bares, libretas manchadas de sangre menstrual , cuadernos olvidados por esa extraña "enfermedad" que se fue comiendo a Angela,una enfermedad que aún no tiene nombre, pero que la dejó desmemoriada y con ganas de matarse de a poquito entre los cuerpos de los hombres y otras sustancias más duras. Al final, los registros arguyen que la poeta murió de Alzheimers. Yo, que me conozco bien esa enfermedad, sé que Angela murió de otra cosa. De soledad tal vez, de abandono.

Era terrible esa Angela. Lo sigue siendo. Yo al menos, me siento con el portento de "La querencia" entre las manos y deslizo los ojos por su hecatombe.

Muchas veces he de llorar. Por ella, por los hombres, por los compromisos asumidos corrompibles, por la muerte siempre fiera.